
En mi caso, creo que la cohesión social y la confianza en mi comunidad están presentes, pero todavía hay mucho por fortalecer. Vivo en un barrio donde la mayoría de las personas se conocen de vista, se saludan cordialmente y, en algunas ocasiones, se apoyan en momentos difíciles. Sin embargo, siento que esa cercanía aún no se traduce en una verdadera comunidad organizada o unida. A veces hay cierta indiferencia ante los problemas colectivos, como la seguridad o el cuidado de los espacios públicos, y pocas personas participan activamente cuando se convocan reuniones.
En mi familia, en cambio, la cohesión es más fuerte. Aunque hay diferencias y discusiones como en todas las familias, existe un compromiso real por cuidarnos, escucharnos y estar presentes. En el trabajo, la confianza profesional existe, pero aún falta mayor comunicación emocional: muchas veces compartimos tareas, pero no tanto nuestras inquietudes o ideas.
Creo que todo esto refleja que vivimos en una sociedad que necesita volver a mirarse, hablarse y confiar más. La base existe: hay respeto, hay solidaridad en los momentos difíciles. Pero para lograr una cohesión más sólida, necesitamos conocernos mejor, escucharnos sin prejuicios y trabajar juntos más allá de lo urgente.